Finisterre: el fin del mundo

Domingo 7 de Abril del 2019

Hola a todos,

Todas las entradas al blog hasta ahora siguieron un orden cronológico. Cada día traté de relatarles mis historias sobre esta increíble experiencia. El reto inicial fue cubrir la distancia de 732 kms entre Lisboa y Finisterre, siguiendo la ruta del "caminho portugués de Santiago" ("camiño" en gallego). Ahora bien, si el camino es el de Santiago, se preguntarán el por qué no acaba precisamente en Santiago de Compostela. Para responder eso es necesario hacer un poco de historia.

El origen del camino cristiano de Santiago se remonta al inicio del Siglo IX, cuando presúntamente encontraron los restos del apóstol en Compostela. Rápidamente el entonces rey de Asturias, cuyo reino fue el único que no fue conquistado por los moros, vio la oportunidad de extenderse hacia Galicia, mandando construir un monasterio y un templo. El entonces Papa, con los avances cientifícos de la época, certificó que efectivamente los restos eran los del apóstol Santiago. El Papa a su vez también tenía sus problemas políticos, ya que Jerusalén había caído dominada por los moros y Roma estaba en declive. Se necesitaba un nuevo lugar de peregrinación cristiana para reforzar la fe, por lo que comenzó a tomar fuerza entre los reinos de lo que hoy es Europa el visitar el lugar sagrado. La práctica pide ir a visitar la tumba e ir a abrazar al santo, atrás del altar.  Creer siempre ha sido una cuestión de fe.

Sin embargo, el camino no se inició con los cristianos, sino que había sido transitado durante milenios por diferentes pueblos, probablemente de origen celta, que seguían el camino del sol de este a oeste, así como la alineación de la vía láctea. El objetivo era llegar al extremo del mundo más occidental (no se sabía de la existencia de América), para hacer algunos ritos paganos que presúntamente generaban renovación en el individuo: quemar las ropas y observar la puesta del sol. Los cristianos construyeron la suya sobre esa práctica ancestral.

Por lo anterior, cada persona en la actualidad hace el camino que quiere. El católico va a Santiago. El no creyente, extiende su recorrido a Finisterre. Y tengo que reconocer que a algunos agnósticos nos gustan las dos prácticas. Se siente muy padre llegar a Santiago y tener la compostela, pero también lo es estar en el faro de Finisterre.

Como ya les mencioné, cambié el sentido de los últimos 88 kilómetros, por razones meramente pragmáticas. El frente frío se puso intenso, no solo en Galicia, sino en toda España. Creo que fue la mejor decisión ya que el clima se puso agresivo (hasta nieve trajo en zonas altas). Pero no me hubiera sentido bien -yo y mi alto sentido del deber- si hubiese hecho las prácticas ancestrales sin haber caminado la distancia.

Con este rollo, ahora sí les cuento lo que hice la tarde del 2 de abril. Después de cumplir con la obtención de la compostela, agarré un autobus a Finisterre y me fui al faro caminando. Y sí, puede ver la puesta del sol y también quemé unos calzones viejos. E igualmente disfruté mucho la experiencia. Después caminé el resto que me faltaba.

La neta, cada quién hace el camino que quiere. Yo simplemente soy feliz haciéndolo a mi modo.

Les mando un abrazo.










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